El viejo con tetas llego como muchos otros, caminando despacio, pisando firmemente el césped verdoso. Nadie le prestó mucha atención... ¿Quién le prestaría su atención a un viejo con tetas?
Se acerco a un banco donde había un mujer y se sentó. No dijo más de dos palabras y ya los dos se estaban yendo.
El viejo con tetas se iba con una mujer y una bolsa de COTO.
Se fue de la misma manera en que llego, caminando lentamente, pisando fuerte el pasto que parecía a veces azul, otras amarillo y muy comúnmente la unión de ambos colores.
Se subió al Renault Rojo que había alquilado para la ocasión, no quería que nada saliera mal ese día. Ese era su día. En ningún momento pensó en ser caballero y abrirle la puerta a la mujer o dirigirle de nuevo la palabra. Estaba concentrado en su día, en ese día, que era su día. Puso en marcha el motor y el autito alquilado, que a nadie podía impresionar, empezó a moverse, lentamente, hacia su destino.
Manejo un par de horas en silencio. Mientras el manejaba la mujer amagaba a prender la radio pero el siempre con un chist y un golpe en la mano la frenaba. El silencio lo era todo para su día, ese día. Veía como la mujer empezaba a jugar con su pelo, miraba por la ventana, fruncía los pliegues de su pollera, movía los pies, se impacientaba.
El viejo con tetas paro el motor en un descampado a las afueras de buenos aires, respiro hondo y cerro los ojos, por casi un minuto olvido a la mujer que tenía al lado, olvido que ese era su día. Se olvido de su padre, un abusador de prácticamente todo (mujeres, alcohol, tabaco, drogas), se olvido de su madre, una mujer cuya sonrisa parecía la de la mona lisa, siempre pintada, intacta, pase lo que pase. Se olvido también de sus hermanos, dos idiotas que no podían pagar ni una puta ya que cualquier tarea que implicara aunque sea un mínimo de conocimiento de las matemáticas la lengua o siquiera alguna habilidad social eran imposibles para ellos. Se olvido por unos segundos del olor a campo que le recordaba a su niñez, de los ojos azules que una vez lo habían conquistado, de las burlas de sus compañeros de trabajo por sus tetas y la horrible necesidad que un día se le presento.
Abrió los ojos y todo volvió. Un temblor recorrió su cuerpo robusto y recordó a la mujer que tenía al lado. Recordó la bolsita de COTO. Recordó que ese era el día, su día. Miro a su alrededor sabiendo que no iba a encontrar a nadie, pero una tediosa voz en su interior le rogaba espiar (por las dudas decía).
Intercambio unas palabras con la mujer y ella se le quedo mirando, interrogativa (Él sabía que eso iba a pasar). Espero unos minutos y repitió las mismas palabras, recorrió las mismas frases y llego a su pedido final. Esta vez la mujer sonrió compasiva y puso su mano sobre el hombro del hombre con tetas.
Arrancó de nuevo el autito destartalado y emprendió nuevamente viaje hacía el nuevo destino, ahora sabiendo que la mujer que lo acompañaba estaba de acuerdo con ese día, su día. Recorrió el camino por el que había transitado unas horas antes, ahora más relajado. Decidió encender la radio, la mujer se alegró y cantó lo que restaba del camino.
Al llegar a ese magnifico lugar su pulso se acelero, sentía hormigas en todo el cuerpo, sudaba un mar. Ella se bajo con la bolsita de coto, se pintó su mejor sonrisa y entró.
Mientras caminaba, el hombre con tetas esperaba ansioso, creía que podía desmayarse en cualquier momento. No podía creer que por fin llegara ese día, que todo estuviese saliendo tan perfecto. No podía creer que un plan que el hubiese armado no tenía fallas. Su padre hubiese estado orgulloso aunque perturbado.
El hombre con tetas se reclino en su asiento mientras al mismo tiempo la mujer le preguntaba a la vendedora de Vicotria Secret: ¿No tendría un corpiño igualito a este?, mientras sacaba un corpiño con bastante uso de una bolsa de COTO.