Anaïs Nin - Diario I
Julio de 1932
Me siento celosa. Lo que me irrita es oírlos reír. Me pare que ellos ríen más a menudo de lo que nos reímos nosotros cuando hablamos. Además, por vez primera, se está retrasando. Yo le traigo un sueño afectuoso, es la primera vez que me he permitido pensar en él con ternura. Quizá no tendría que contarle el sueño. Éste me pondría en sus manos, sería darle demasiado, mientras que él...
Esto le hace pensar en el destino: lo que tememos que ocurra, ocurre. Siempre temo ser abandonada o estar insuficientemente atendida, y así ocurre...Yo soy quien hace que ocurra. Hasta qué punto somos nosotros quienes forjamos nuestro propio destino es algo que constituye un misterio.
Me sentía más feliz por esa dedicación hacia mí.
También en el amor es necesario renunciar para poder amar de veras. No admite rivalidades. Cuanto más vasto sea nuestro amor, sin exclusivismos, más nos acercamos a la unión mística, el sentido más amplio del amor, el amor menos individualista y más universal.
¡Qué resultados tan tremendos tuvo esa sugerencia! Noté que salían a la superficie mil motivos de resentimiento contra Henry, como su excesiva y fácil aceptación de mis sacrificios, su necesidad de defenderse cada vez que se siente atacado, de llevar la contraria a cuanto se diga, su miedo a las mujeres inteligentes, su poner por las nubes a las más ordinarias, sus cóleras sin motivo y, sobre todo, su absoluta falta de interés por comprender a otros o a sí mismo. Se aferra a sus propios errores.
- Ella te ama a su modo -le dije-, de un modo inhumano y fantástico, pero a pesar de todo intenso.
- Se ama más a sí misma -dijo Henry.
Henry no abandonará la fiesta antes de ahber bebido hasta las heces. Yo tengo tendencia a irme antes de que la fealdad haga su aparición. Él quiere tocar fondo. Yo quiero conservar mis ilusiones.
Ojalá pudiéramos escribir simultáneamente todos los niveles en que vivimos, todos a la vez. ¡Toda la verdad!
Explica que las casas de los orientales representan su actitud emotiva. En el exterior no hay ventanas, y en cambio hay aberturas al interior a un patio, a una vida secreta e íntima. Y todas las habitaciones se comunican por ese patio. Un lujo disimulado. Pensamientos disimulados.
- Éste no es un jardín corriente. Es misterioso, significativo. En un libro chino se habla de un reino, o jardín celestial, suspendido entre el cielo y la tierra. Es éste.
Abandonará a una mujer con la mayor crueldad por no poder resistir el momento de la separación.
Con su desordenado vivir, su curiosidad, su entusiasmo, su amoralidad, su sentimentalismo y sus pesadas bromas se podrían llenar un centenar de libros.
Lo que nosotros llamamos nuestro destino es en realidad nuestro carácter, y ese carácter puede ser cambiado El conocimiento de que nosotros mismos somos responsables de nuestras acciones y actitudes no tiene por qué ser descorazonador, porque significa también que somos capaces de cambiar ese destino. No estamos atados al pasado que ha conformado nuestros sentimientos no somos esclavos de nuestra raza, de nuestra herencia, de nuestros antecedentes. Podemos cambiarlo todo si tenemos valor suficiente para ver cómo nos hemos formado. Podemos cambiar las reacciones químicas, siempre que no nos asuste disecar sus elementos.
Yo desconfío de tu inteligencia. Trazas esquemas magníficos donde todo está en su sitio, todo clarísimo y convincente, demasiado claro. Pero, y tú ¿dónde estás entretanto? No se te encuentra en la superficie clara de tus ideas, pues ya te has sumergido en zonas más profundas, más oscuras, y uno piensa que ya le has dado todo tu pensamiento, imagina que te has mostrado completamente en esa claridad. Pero hay capas y capas, no tienes fondo, eres insondable. Tu claridad es engañosa. Tus ideas son las que suscitan en mí la confusión, las dudas y las inquietudes mayores.
Guerra. La guerra entre nosotros era algo inevitable.
Yo misma estoy envuelta en mentiras que no penetran en mi alma, como si las mentiras que digo tuvieran como función ocultar otras mensonge vital que no llegan nunca a formar parte de mi.
Si para el escritor, que es un océano de protoplasma espiritual capaz de fluir en todas direcciones, de engullir cuanto encuentra a su paso, de filtrarse por cualquier grieta, de colmar cualquier hueco, la unidad resulta imposible sí está al menos a su alcance llegar a la verdad en la confesión de sus mentiras.
La sabiduría consiste en destruir todo idealismo. La base de la mentira está en la imagen idealizada que nosotros mismos tenemos, y en nuestro deseo de imponérsela a otros: una imagen admirable.
¿Cómo derrotar esta tragedia oculta en cada hora, que inesperada y traidoramente nos ahoga, que arremete contra nosotros al surgir de una melodía, de una vieja carta, de un libro, de los colores de un vestido o del modo de caminar de un extraño? Haz literatura. Busca palabras nuevas en el diccionario. Esculpe frases, vierte lágrimas en un molde, en un estilo, en una forma, en un discurso. Recorta cuidadosamente artículos de periódico. Pégalos bien con cola. Hazte una fotografía. Di a todo el mundo cuánto les debes.
Si los chinos no hubieran descubierto la sabiduría en la ausencia de las ideas, lo habría descubierto yo esta noches.
Cuando la vida se me pone demasiado difícil me dedico a mi obra. Nado hacia nuevas zonas.
Es él quien me ha enseñado que el mundo es vasto, que no tengo que ser necesariamente esclava de una maldición que se remonta a mi infancia, que no por fuerza tengo que sentir devoción por quienquiera que interprete, en mayor o menor grado, en parte o completamente, el papel de un padre a quien tanto necesité. Yo no necesito ser una niña altruista, ni una mujer que da hasta el extremo de aniquilarse.
Dijo que sabía que yo iba a hacer algo único.
Yo estaba tratando de descubrir el contraste entre el Henry borracho, acalorado, combativo, afirmativo, destructivo, cruel, todo instinto y vitalidad animal; y su otro yo sobrio, casi religioso en su tono, pálido, melancólico, sentimental, infantil, frágil. Una transformación completa y sorprendente.
Es extraño lo ciegamente que he vivido hasta ahora.
Tiene ojos de mago que mira su bola de cristal. Sus magníficos dientes brillan en una sonrisa que es bastante femenina. Es muy orgulloso y está muy seguro de sí mismo.
Ella tiene el arte de enredar, de estropear, de abortar las cosas de un modo ciego, instintivo.
Me he dado cuenta de que soy un hombre que vale, y fue precisamente creer lo contrario lo que casi estuvo a punto de destrozarme.
Para mí, la literatura, la aventura, la creatividad no son juegos. La sinceridad absoluta y limitada de hombres como Allendy no me interesa. Resulta reconfortante, humanamente hablando, pero no es tan interesante como las falsedades de Henry o su dramatismo, sus mentiras y sus huidas, excursiones, experimentos, audacias y picardías literarias.
Puede ser que en el fondo yo sea buena, humana, amorosa, pero soy también más que eso, imaginativamente dual, compleja, una ilusionista.
Octubre de 1992
Siento una gran necesidad de fidelidad, de amor, de comprensión. Tuve que erguir una barrera de mentiras para protegerme. Era necesario que pusiera mi yo verdadero a cubierto de Henry. Tú, en cambio, me das fuerza. Eres tranquila y fuerte. Me conoces de verdad.
Es él quien me ha hecho complicada, quien me ha quitado vitalidad, quien me ha matado. Creó un personaje literario, ficticio, que pudiera torturarlo y a quien él, por su parte, pudiera odiar; porque no puede escribir si no incitándose a sí mismo al odio. Tiene momentos humanos, claro, pero es mentiroso, falso, bufonesco, un comediante. Es él quien provoca dramas y cera monstruos. No quiere cosas sencillas Es un intelectual. Busca la simplicidad y luego se pone a deformarla, a inventar monstruos, sufrimientos... Todo es falso, falso, falsísimo.
¿Cuál de ellos es el que miente? ¿Cuál es verdaderamente humano? ¿Cuál el más inteligente? ¿O es que todos estos elementos se entremezclan en cada uno de nosotros? Creo que soy la más humana porque mi ansiedad es protectora con los dos.
June, que en el fondo carece de fuerza, sólo peude demostrarla destruyendo a otros.
Yo no necesitaba beber. Yo tenía estímulo sobrante. Pero ahora quiero verte embriagada y drogada. Quiero emborracharme porque me intimidas, y quiero sentirme libre para decir lo que quiera sabiendo que me perdonarás.
No importa lo que yo haga; lo que importa es lo que soy.
Cuando June crea problemas, odios, enfrentamientos, celos, cree que está viviendo de manera dramática. Se empeña en poner el aire que la rodea a punto de ebullición. Su yo angustiado, angustiado por Henry, sólo cree en los momentos de vértigo, de éxtasis, no cree más que en la guerra, en lo febril. Y luego, cuando me deja, se bate contra su deformada visión. Cuando se dirige a Henry lo hace cautelosamente. Siempre empezamos por hablar claramente, pero luego ella vuelve a encontrarse en plena confusión.
Me sorprendió notar que Henry se mostrara como protector. Para él, June es na niña patológica.
Dice que el mal le fascina, pero todo cuanto hace es criticar a June por vivir tan libremente como vive.
Porque soy un monstruo. Un monstruo, ¡entiende! Un monstruo necesario. Un monstruo divino. Un héroe. Un conquistador. Un destructor sagrado. Un destructor de ritmos moribundos. Un constructor de ritmos vivientes.
Noviembre de 1932
Está allí embotellando dramas en frascos de alquimista, destilando, anotando.
A veces he sido bueno. No me felicito por ello. He sido malo a menudo; no me arrepiento.
Llora inconteniblemente. Se va de la habitación. La sigo. En el oscuro cuarto de baño, sin ventanas, los sollozos estremecen todo su cuerpo. La tomo en mis brazos. Acaricio sus cabellos, como si fuera una niña. Me caen sus lágrimas en el cuello. Me abruma la compasión. Se aferra a mí. La acaricio hasta que se tranquiliza. La dejo para que se lvae la cara.
Me gustaría poder descansar a veces, estar en paz, buscar un rincón, elegir de una vez por todas, pero no puedo. Sólo la mitad de mi ser está sentada frente al fuego, sólo mis manos cosen.
- A mí no me interesa abandonar mi locura.
Lo que en un hombre es debilidad, se convierte en cualidad en un escritor. Porque el escritor guarda, colecciona lo que luego estallará en su obra. Por eso el escritor es el hombre más solitario del mundo; porque vive, lucha, muerte y renace siempre solo, no interpretando sus papeles sino cuando ha caído el telón. En la vida es un personaje incongruente. Para juzgar a un escritor es necesario amar tanto lo que escribe como al hombre que es. La mayoría de las mujeres sólo aman al hombre.
Cuando entro en una taberna o en un bar, incluso antes de darle mi abrigo al camarero, asimilo tal dosis de impresiones, quedo tan maravillada de la belleza de las mujeres, del magnetismo de los hombres y del resplandor de las luces, que ya puedo echarme a dormir bajo la mesa como un borracho Con qué rapidez me deslizo por la pendiente de una voz resbaladiza, me sumerjo en una mirada brumosa, me diluyo en la música.
June y yo nos hundimos en esta necesidad de calor y amor. Regalos, cumplidos, frases, admiración, incienso, flores, perfumes.
Los hombres, embutidos en sus tiesas camisas de etiqueta, se atiesan todavía más sentados en sus sillas. Las mujeres aprietan los labios. Los músicos sonríen, benévolos y maliciosos, disfrutando con el espectáculo, que es como una bofetada para los clientes pomposos. No pueden dejar de decir que estamos bellísimas. June oscura, secreta bajo el ala de su sobrero de fieltro a lo Greta Garbo, con una capa pesada, trágica, pálida, y yo en contraste con ella en todos los sentidos. Los músicos sonríen. Los hombres se sienten insultados. Un camarero aguarda junto a nuestra mesa para decirnos que no podemos volver a bailar juntas.
En mis labios siento el regusto acre de la rebeldía. Vamos al Cabaret Fétiche. Allí, hombres y mujeres están cómodos, sin máscaras. No somos un par de desarraigadas. Los hombres pugnan por llamar nuestra atención. June responde a sus insinuaciones. Yo estoy erizada de celos.
Henry la vulgariza y la endurece. Ella es delicada y sensible. Fue Henry quien la engañaba, quien cortejaba a otras mujeres en presencia de June. Fue él quien quería ver en ella a una femme fatale y quien la incitó a hacer lo peor. Fue Henry quien le enseñó a hablar en argot.
- Henry no quiere una vida humana. No quiere una felicidad humana. Sé que no lo quiere. Quiere osadías, barbarie, fiebre, fermentación. Yo tenía que hace todo aquello a lo que él no se atrevía. Era tímido, sumiso. Tenía que llevarle sus personajes dostoievskianos. Pero él no es un Dostoiveski. Era incapaz de captarlos. Como ser humano, Henry no es nada. No es leal. Me odia porque me debe mucho; no ha sabido utilizar nada de lo que le he dado. No ha sido suficientemente realista, pero tampoco ha sido lo bastante fantástico.
Se queja de no haber tenido un gran amor verdadero, de no haber conocido más que ególatras que lo único que perseguían era realizarse gracias a ella.
- Quería amarle locamente, pero no puedo.
Me parece que todos nos volvimos crueles.
Sacudía la cabeza y parecía un oso al que cualquiera hubiera podido hacer bailar. Balaría y gruñiría. En June fermentaba una brutalidad inexplicable.
Pero en realidad no está lo suficientemente borracha para dejar de pensar. Y son sus miedos, sus dudas, sus sospechas, sus pueriles peticiones de socorro y sus juicios acerca de sí misma los que salen a la superficie.
Me siento con el alma enferma: quisiera poder desembarazarme de toda mi vida, de todo cuanto he visto y oído, de mis ilusiones, fantasías, aventuras, borracheras, orgías, sensaciones.
El vino real, los cuerpos reales, los besos reales, los cafés reales, la cocina real, los éxtasis exteriores. Aspiro al éxtasis de escribir, de leer, de la música, de la filosofía, de la contemplación; ansío aquella habitación que vi por la ventana abierta, forrada de libros, suspendida sobre la vida, aquella habitación donde nada se convierte en heces y donde los aterrizajes no son forzosos.
Quiero mi soledad, mi paz, la belleza de mi casa; quiero encontrar de nuevo mi alegría y mi felicidad. Éxtasis sin resacas, sin vómitos.
Yo quería que ambos estuvieran en mi vida, pero no quiero vivir su vida. No puedo seguir viviendo cómo se destruyen entre sí. Se niegan recíprocamente.
Que ambos son seres inconscientes que actúan ciega e instintivamente.
El conocimiento de uno mismo es la raíz de la comprensión y la sabiduría.
Para ella, la literatura es un adorno. Henry escribió que "lo ostentaba como un plumaje".
- June, te adoro.
- No quiero adoración -contestó ella-. Quiero comprensión.
Hay penuria de comprensión. Es como si me hubiera pasado toda la vida, desde la infancia, cultivando precisamente lo que ellos necesitan, como si hubiera vivido siempre teniendo a mi alcance el significado de todo, preparándome para recibir esa masa de hechos y experiencias para ser capaz de comprenderla y de esclarecérsela a ella.
Era tanto su deseo por escapar de sí misma como el mío por habitar su cuerpo, por llegar a ser ella. Ambas negábamos nuestro propio yo y deseábamos ser la otra.
Los recuerdos de Henry, en contraste con los de Proust, llegan mientas él está en plena acción. Puede recordar a su primera mujer mientras hace el amor con una prostituta, o recordar su primer amor mientras pasea por la calle, o cuando viaja para ver a un amigo; y la vida no se detiene mientras él recuerda. Análisis en movimiento. Nada de vivisección in situ. El diario y continuo fluir vital de Henry, su actividad sexual, sus discusiones con cualquiera, su vida de café, sus conversaciones en la calle, todo eso que yo consideraba antes como interrupciones que le impedían escribir, ahora creo que son una cualidad que le distingue de los demás escritores. Nunca escribe a sangre fría: siempre al rojo vivo.
Me río de mis antiguos temores de lo analítico. La posesión de conocimientos no mata el sentimiento de lo maravilloso y lo misterioso. Siempre hay más misterio.
No temo la claridad.
Debemos incluir en nosotros mismos tanto la debilidad como la dureza, porque no podemos permitir que una parte de nuestra personalidad esté simbólicamente a cargo de otra...
La fatalidad se desplaza: conforme el hombre toma conciencia de sí mismo, la va descubriendo en su interior.
Diciembre de 1932
Su mente da inmensos rodeos. Luego se pierde.
Qué pequeña es la linterna que me guía, y qué inmenso el universo del hombre. Creo que me aferro siempre a lo humano y personal. No quiero penetrar en mundos impersonales, al margen de lo humano.
Enero de 1932
No soy más que un fragmento sedoso de mujer.
No se trata de la curación del individuo, sino de que al curar el yo usted le revela los mundos que se extienden más allá de él. Usted me ha liberado del yo, y éste es, a mi entender, el mejor regalo que me ha hecho. Pues sólo entonces empieza uno a amar...
Tras la colisión, me siento sumergida en un sueño. El realismo de June. Fealdad. Y después, dejo de vivir en la realidad. Noto que la pierdo siempre. Vivo en un sueño o en la sensualidad pura. Sin una zona vital intermedia. Los armónicos superiores o inferiores.
Tenía una forma curiosa de permanecer silencioso, de no contestar nunca a preguntas directas. Me pregunté hasta qué profundidad penetra en esos mundos.
Cuando me pusieron sobre las rodillas una manta de piel me pregunté qué droga es la que tomo para que la vida corriente y superficial se vuelva invisible a mis ojos.
El secreto de mis mentiras es el mismo que le de los buenos comediantes Nunca me lanzo de improviso a una mentira; antes me pregunto: ¿Qué sentiría si esto fuera cierto?. Así empiezo a sentir y vivir la situación. También he aprendido a hacer transposiciones. Tomo prestada la desazón que me produjo el comportamiento de June, y la transfiero al presente. Estoy desolada, desconcertada por lo que hace June. Y resulta sencillo introducir en ese estado de ánimo una ruptura con Henry por haber cedido a los ataques de June. A veces he deseado poder romper con el mundo de Henry. Tengo las manos heladas. Muestro los síntomas de aflicción. Allendy puede notarlo, aunque la causa no sea la que imagina. Pero, a estas alturas, ya estoy atrapada en mi historia. Me siento como si verdaderamente hubiese puesto fin a mi amistad con Henry, sus amigos y su vida de café.
Me eché a reír. Allendy creyó que me reía de la idea de que una neurosis me hubiera impulsado a la vida bohemia. Ay, no era eso. La frase de Allendy, "una flor en el estiércol, era tan propia de las novelas que leen las criadas, que el poeta que soy se ofendió igual que otra mujer se hubiera ofendido si un hombre le hubiera hablado con el cigarro en la boca y el sombrero puesto.
Siempre dice que las mentiras se notan. Pero no ha podido notar las mías.
No es un poeta. Qué lástima. Eso es exactamente lo que yo necesitaría. Sus reservas de imágenes y símbolos son limitadas. ¿Qué es lo que pido? Literatura. Literatura, mi pan y mi vino.
Cree que el afecto que yo siento por él es sólo una transferencia.
- Siempre se ama a la persona que le entiende a uno.
De pronto me di cuenta de la tragedia del analista. El control que ejerce sobre la vida de otros le confiere el decepcionante poder de penetrar en su existencia, de compartir sus secretos, su intimidad, de saber más que un marido, que un amante, que los padres, de conocer el corazón y hasta el cuerpo mismo de sus pacientes. Pero sólo le está permitido ser el voyeur, no tocar, ni ser amado, deseado u odiado. Le ofrezco toda mi vida, pero no le pertenecerá nunca.
Puede observar un cuerpo que hace el amor, que está en su lecho, que tiene crisis de llanto; puede oírle llorar de hambre, de miedo, de tristeza; puede vivir la vida de otro, acudir a su ayuda, sentir el peso de su culpabilidad, de sus confidencias, y conocer sus necesidades. Se siente querido, indispensable, inextricablemente mezclado con otros. Puede casi tocar ese cuerpo cuyos más íntimos estremecimientos y vibraciones le ha sido dado a conocer.
Me parece que el masoquismo de la mujer es diferente al del hombre. El de ella procede de su instinto maternal. Una madre sufre, da, alimenta. Una mujer aprende a no pensar en sí misma, a ser alturista, a servir, a ayudar. Este masoquismo le es casi natural. Se forma en él. Es como el masoquismo de los educados en la religión católica.
Cada contacto con un ser humano es tan raro, tan precioso, que habría que preservarlo.
- He pasado junto a todas las alegrías y todos los placeres de la vida. Siempre hubo un velo entre la realidad y yo. Nunca he sido feliz con una mujer.
Pasa de extremos de sentimentalismo a una locura helada, brutal.
"Divertida" es la palabra clave en sus relaciones sociales. En su mundo todo tiene que ser divertido, picante.
- Soy una escritora, Jeanne, no quiero asustar a ningún fantasma, quiero conocerlos bien, íntimamente. Quiero ser capaz de describirlos.
Para los poetas, la locura está más cerca de la divinidad que la cordura. El loco llega a la muerte a través de una serie de holocaustos y no de una progresión humana mediante la desintegración de las células.
Me identifico con un mar de sensaciones, reflejos, seda, piel, miradas, bocas, deseo.