Palillo y Cerilla enamorados
Palillo quería a Cerilla
con un amor muy vehemente.
Amaba su delgadez
que veía muy ardiente.
Entre palillo y cerilla
¿puede arder una pasión?
Así fue. Y en un segundo
ella lo volvió carbón.
El chico robot
Eran gente común los señores Bastida.
Un feliz matrimonio de reposada vida.
Una tarde les dieron una noticia espléndida
que dio al señor Bastida una alegría obstétrica:
ella sería mamá... ¡Y él iba a ser papá!
Pero algo raro había. Algo andaba muy mal.
No era humano el bebé que una tarde nació.
No era un bebé-bebé, que era un bebé-robot.
No estaba -ni de lejos- como para comérselo.
Tenía hecha la cabeza de material eléctronico.
No era tibio ni tierno ni cubierto de piel.
Era pura hojalata, aluminio, oropel.
Se quedaba tumbado con los ojos abiertos,
muy quieto y muy callado, y ni vivo ni muerto.
Pues a decir verdad sólo cobraba cierto
ánmio, cierto aliento y aspecto saludable
si se enchufaba a la pared con un largo cable.
Don Bastida, enojado, le reclamó al doctor:
¿Qué le ha hecho a mi niño? ¡Dígamen, por favor!
No es de carne ni hueso ni tiene corazón.
¡Lámina de aluminio! ¡Una simple aleación!
Dijo el doctor: Lo que ahora mi boca le dirá
le podrá parecer sin duda un gran descaro,
pero aun así debo decirle la verdad:
y es que, señor, usted no puede ser el padre
de este niño (quizá niña) tan, tan, tan raro.
Nos falta aún poner dos, tres o cuatro sondas
en las venas y arterias de la sufrida madre,
pero el papá es u horno... horno de microondas.
El matrimonio quedó así hundido
y era una eterna disputa espantosa:
ella no soportaba a su marido
y él sentía un gran odio por su esposa.
Nunca le perdonó que concubina
hubiese sido -en forma poco honrosa-
de un grasiento aparato de cocina.
Creció el chico robot
y se hizo mocetón.
Aunque la gente se confunde y jura
que el muchacho es un cubo de basura.
La mirona
"Yo conocí una chavala
que no hacía sino mirar.
No había poder ni alcabala
que lo pudiera evitar.
¿Qué más le podía importar?
Sólo mirar y mirar.
Se ponía a mirar el suelo.
Se ponía a mirar el cielo.
Horas y horas ve que ve.
Y nadie sabía por qué.
Pero después de ganar
todas las competiciones
dejó a sus ojos gozar
de unas buenas vacaciones."
Ojos de clavo
"El niño de ojos de clavo
terminó de montar su árbol
de estaño en un solo día.
Pero se veía muy raro
pues él mismo no veía."
La niña de muchos ojos
Por poco me da un ataque
paseando un día en el parque
porque me encontré una niña
que muchos ojos tenía.
Era en verdad muy hermosa
(¡me tenía impresionado!)
pero vi que tenía boca
y acabamos conversando.
Hablamos del mar, los peces
y sus cursos de poesía,
y del lío que tendría
si necesitara lentes.
Es estupuenda esta chica
que con tantos ojos mira,
mas te deja hecho una sopa
cuando se entristece y llora.
Chico Mancha
De todos los superhéroes
hay uno que es el más raro:
no tiene muchos poderes
ni es su coche el más caro.
Junto a Superman o Batman
no parecerá muy épico,
pero es de veras espléndido
y Supermancha lo llaman.
Aunque no pueda correr
tan veloz como una lancha,
tiene el extraño poder
de dejar siempre una mancha.
Le molesta que su don
no sea en el aire volar,
sino tener que pagar
de lavandería un cuentón.
La melancólica muerte del Chico Ostra
Se le declaró en la costa,
y en la playa fue la boda.
Su larga luna de miel
en la isla de Capri fue.
Para la cena el mesero
les puso un solo platillo:
un gran caldo de mariscos.
Su novia pidió un deseo.
Y el deseo se realizó.
Dio al fin a luz un bebé.
Pero éste ¿era humano o no?
Bueno, quizá. Tal vez.
Diez dedos en los pies y manos,
y demás órganos sanos.
Podía sentir y escuchar.
Pero ¿normal? No, ni hablar.
Este engendro antinatura,
este cáncer indecente,
era la imagen viviente
de toda su desaventura.
Ella se quejó al doctor:
"No es hilo de mi madeja.
¿De dónde sacó este hedor
a salmuera, pez y almeja?"
"Y ha sido usted afortunada.
Yo, la semana pasada,
traté a una niña con pico
y tres orejas. ¿Me explico?
Si es mitad ostra su niño,
búsquese otro a quien culpar.
-Y añadió con cierto guiño-:
¿Se ha puesto a considerar
una casita en el mar?"
No sabía cómo llamarlo.
A veces le decían Carlo
y a veces -con voz perpleja-
"eso que parece almeja".
Encogido el corazón,
ninguno en verdad sabía
si el chico ostra algún día
rompería el caparazón.
Los cuatrillizos Montalvo
cierta vez se lo toparon.
Le espetaron un "¡Bivalvo!"
y en seguida se escaparon.
Una tarde en que llovía,
Carlo se sentó en la calle.
Y miró arremolinarse
el agua en la alcantarilla.
Aparcada en la cuneta,
conmovida y afligida
su madre daba salida
a su congoja secreta.
Ya se había acostado
una noche, y ella dijo:
"Cariño, huele a pescado
y creo que es nuestro hijo.
Y aunque dicen que una dama
debe callarse estas cosas,
me parece que le endosas
tus problemas en la cama."
Él probó cuanta loción
pudo hallar en el mercado.
Tenía el cuerpo colorado
y comezón, comezón.
Y de rascar y rascar
la piel le empezó a sangrar.
El doctor, tras una pausa,
dijo: "El remedio a su mal
podría ser la misma causa.
Las ostras, como sabéis,
dan gran pootencial sexual.
Supongo que si os coméis
a vuestro niño podréis
saciar el ansia carnal."
Se acercó muy de puntitas,
muy a oscuras y en celada,
porque no notara nada
quien le daba tantas cuitas.
Y en voz muy baja le dijo:
"Carlo queridísimo, hijo:
no quisiera interferir
ni causarte desconsuelo.
Pero ¿has pensando en el cielo,
o te has querido morir?"
Carlo parpadeó al oírlo
pero no le dijo nada.
Su papi apretó el cuchillo
y se aflojó la corbata
Cuando lo levantó en vilo,
Carlo le mojó el abrigo.
Yen su boca ya la valva,
se escurrio por su garganta.
En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.
Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
que prometían vida futura.
Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.
De regreso en el hogar,
él se le empezó a acercar.
La besó y le dijo: "Bella,
hagamos otra faena."
"Pero esta vez -susurró ella-
pidamos que sea una nena."
La chica Vudú
Su piel es de tela blanca,
su remiendo de recortes.
Y en su corazón se ensartan
alfileres de colores.
Por ojos un par de discos
rayados en espiral
que emplea en hipnotizar
a una multitud de chicos.
Mantiene en trance profundo
a un ejército de zombies.
Entre ellos incluso hay uno
que es nativo de Donosti.
Mas también sobre ella pesa
una horrible maldición
pues cuando alguien se le acerca
demasiado, es un punzón
cada aguja que se entierra
más hondo en su corazón.
La gran Navidad de Chico Mancha
En Navidad Chico Mancha
recibió un traje nuevo.
Limpio y blanco como un huevo
y pasado por la plancha.
Mas en cuestión de minutos
(no llegaron a ser diez)
manchas de grasa y esputos
se formaron otra vez.
La chica que se convirtió en cama
Sucedió que una mañana
recogió una planta rara.
Su cabeza se hizo blanca
y blanda como una almohada.
Toda su piel -que por cierto
estaba ya muy ajada-
pronto se vio reemplazada
con algodón ciento por ciento.
De piernas, brazos y pecho
manaron en borbotón
las sábanas, el colchón
y demás cosas de un lecho.
La miré con agonía,
tanta que empecé a gemir.
Pero al fin vi que tenía
un lugar donde dormir.
Chico Tóxico
Quienes de verdad lo amamos
lo llamamos siempre Max.
Chico Tóxico, en cambio,
lo apodaban los demás.
Inhalaba Chico Tóxico
humo, asbestos y amoniaco.
Para él era oxígeno
todo lo cancerígeno.
Su juguete favorito
era un bote de aerosol
que disparaba solito
todo el día, de sol a sol.
Se levantaba aún de noche
a esperar en la cochera
a que el motor se encendiera
y, tras carraspear, el coche
lo maquillara -muy mono-
con bióxido de carbono.
Una sola vez lloró,
mas no por tristeza ni odio;
es que en los ojos le entró
algún cloruro de sodio.
Por darle algo de aire cálido
lo sacaron al jardín.
Se puso al instante pálido
y tieso como espadín.
Tieso y duro, sí, muy duro.
Pues ¿quién podría colegir
que uno pudiera morir
de respirar aire puro?
Voló su alma en pos de trono
celestial del Señor. Pero
abriendo un gran agujero
allá en la capa de ozono.
Jaime
Imprudentemente, Santa le trajo a Jaime un osito
de peluche, sin pensar que hacía unas cuantas semanas
sintió en la cara los dientes de un oso pardo mascar.
La navidad de Palillo
Palillo pudo notar que su árbol de Navidad
parecía un churumbel bastante más sano que él.
Chico Brie
Una noche Brie soñaba
que su cabeza redonda
ya no estaba tan oronda:
sólo era una rebanada
Entre los niños no hay quien
para sus juegos lo escoja,
pero él al menos va bien
con un tinto de La Rioja.
Chico Momia
Con la piel hueca y vacía
y sin un gramo de grasa
el niño momia yacía
silencioso en su carcasa.
"Deje, doctor, sus prebendas
y digo por qué en un día
se volvió nuestra alegría
un amasijo de vendas."
El doctor dio su opinión:
La desaventura de su hijo
tiene por nombre -les dijo-
"maldición del faraón".
Esa noche, en pura lógica,
discutieron el asunto:
"Es nuestro niño trasunto
de una excursión arqueológica."
Buscaron una razón
más complicada y científica,
pero al fin ganó la mística:
"Es una reencarnación".
Dos veces logró jugar
con los niños del lugar...
Al juego del sacrificio
arcaico de las doncellas.
Mas huyeron todas ellas
reprochándose ese vicio.
Solitario y rechazado,
el chico momia lloró,
y luego se dirigió
a la alacena, encantado.
Las vendas se arremangó
y secándose las cuencas
de los ojos se sirvió
en un bol de figuritas
dos plátanos de unas pencas
y hojas de titanio fritas.
Un día en que se encontró
perdido en una honda niebla
entre su espesa tiniebla
un perro momia se halló
Para esta mascota fiera
en regalos no fue exiguo:
le construyó una perrera
al estilo egipcio antiguo.
Una tarde en que llevó
a su mascota a pasear
de lejos pudo notar
algo que le sorprendió:
En el parque no había un alma,
exepto por una ardilla
y el grupo de una chiquilla
que desgarraba la calma.
Su cumpleaños celebraban
al estílo mexicano
cuando un muchacho entrevió
en el prado más cercano
algo que le parció
justo lo que buscaban.
"¡Una piñata! -gritó-.
¡Y de las meras genuinas"
Seguro alguien la llenó
de dulces y golosinas."
Le dieron con tabla gruesa
hasta ver que el cráneo abierto
no tenía ni una sorpresa.
El chico momia había muerto.
De entre todos los andrajos
que en el césped esparcieron
sólo vieron que salieron
dos o tres escarabajos.
Desperdicia
Yo conocí una chiquilla
hecha toda de basura.
Olía como zorrilla
y a mugre añejada y dura.
Siempre de un humor muy negro,
como quien tiene acedía.
Quizá por pasearse el día
hundida en el vertedero.
Tan sólo se iluminaba,
cual mohoso candelero,
si temprano el basurero
a su manzana llegaba.
El amaba su rareza
y le ofreció matrimonio.
Ella vio en él al demonio
y se lanzó de cabeza
con la más grande premura
al molino de basura.
Lady Alfiletero
Para Lady Alfiletero,
ay, la vida es un coñazo.
Siempre que quiere poner
sobre su trono el trasero
un puntiagudo alfiler
se ensarta más en su brazo.
Cabeza de melón
Había un niño taciturno,
de hombre y melón un injerto.
Tenía el ánimo nocturno
por desear tanto estar muerto.
Pero hay que tener cuidado
con qué cosa se desea.
Pues él acabó en jalea
tras un pisotón bien dado.
Amanda
Por ahorrarnos la demanda,
la llamaremos Amanda
(o "la que encuentra contento
esnifando pegamento").
Sé que tiene este desliz
pues cada vez que se suena
el kleenex -tras que ella truena-
se le pega a la nariz.
Nino, el horroroso niño pinguino
Mi nombre es Nino
pero me llaman
"el horroroso
niño pingüino".
Carboncillo
En Navidad, Carboncillo, como siempre recibió
carbón, lo que lo alegró.
En Navidad, Carboncillo, en lugar de su carbón,
algo pequeño encontró,
cosa que lo confundió.
En Navidad, Carboncillo padeció una confusión:
alguien creyó que era hollín
y a la calle lo barrió.
Chico Ancla
Había una vez una chica
que venía de la mar.
Y había tan sólo un sitio
donde ella quisiera estar.
Con un tal Paquito Serra
que tocaba en un conjunto.
Por él se iría a la tierra
y dejaría el océano
Porque él sólo y sólo él
le habían quitado la calma.
Y por eso ella quería
robarle a Paquito el alma.
Pero jamás en la vida
hubo entre ellos conexión.
Ella iba a la deriva
por el mundo, solitaria.
Ella intentó aparecérsele
feliz, luego triste y trágica;
trató el sexo y el horóscopo
y hasta una pócima mágica.
Mas nada podía juntarlos,
exepto -quizá, no sé-
algo que anclara sus almas...
Y tuvieron un bebé.
Para el parto utilizaron
grúa, cincel y barrena:
el cordón umbilical
era una gruesa cadena.
Era feo y tenebroso,
duro como un cigüeñal.
No tenía la piel rosada
sino vil y gris metal.
El bebé, que suponía
los iba a juntar muy juntos,
en realidad los volvió
adustos y cejijuntos.
Aprovechando una gira,
se largó Paquito Serra.
Y a partir de ese momento
se quedó a vivir en tierra.
Con su niño (un ancla gris)
ella sola se quedó.
Él se volvió tan pesado
que con el tiempo la hundió.
Mientras se hundía hasta el fondo
sin sus sueños realizar,
eran ella sola y su hijo...
y los peces de la mar.
Chico Ostra sale de casa
El día de Halloween, Chico Ostra decidió
disfrazarse de humano.