11.16.2011

Proust:
Cuantos placeres, qué vida tan placentera nos robó ella -me dijo-, debido a su feroz obstianción por negar sus inclinaciones.
Cree que el destino es algo que se produce desde el interior y que está dirigido por movimientos inconscientes. Hay impulsos profundos y desconocidos que conducen al individuo a la repetición de determinadas experiencias. El hombre tiende a proyectar estos esquemas fuera de sí mismo y a acusar a las fuerzas exteriores de todo lo que le ocurre.
El hombre puede controlar su destino, dice Allendy, en la medida en que llegue a ser consciente de esos movimientos, pero necesita para ello una auténtica iniciación, algo semejnate a una disciplina budista que permite al discípulo escapar de su karma mediante el conocimiento. El piscoanálisis puede superar lo que denominamos mala suerte, tragedia o fatalidad.

Marguerite quiere convencerme para que vaya a psicoanalizarme. Me recuerda la depresión nerviosa que tuve en Nueva York. Pero a mí me parece que lo que necesitaba era vivir, y que si fuera una neurótica no hubiera escrito un libro, ni creado una hermosa casa. No me hubiera atrevido a vivir tan plenamente como lo hago.
-No tengo frenos que actúen sobre mí -le dije-. El análisis es para aquellos a quienes la vida ha paralizado.

-¿Es posible que la destrucción de la confianza de un niño tenga consecuencias el resto de su vida? ¿Por qué tiene que ser imborrable el recuerdo de la falta de cariño de mi padre? ¿Por qué no lo han borrado todos los cariños que he recibido desde que él me dejó?

-Las mujeres -dijo el doctor Allendy- no han contribuido en nada al psicoanálisis. Las reacciones de las mujeres aún son un enigma y el psicoanálisis seguirá siendo imperfecto mientras poseamos un conocimiento sobre los hombres como única base para nuestras hipótesis. Damos por supuesto que la mujer reacciona como un hombre, pero no lo sabemos. La vanidad del hombre es mayor que la de la mujer, porque toda la vida del varón se basa en el culto masculino de la conquista, y esto desde la noche de los tiempos, cuando el no podía cazar y no era fuerte, moría. Su vanidad es inmensa, y las heridas que en ella recibe son fatales.

El psicoanálisis le fuerza a uno a ser más sincero. Me doy cuenta de algunos sentimientos de los que antes no era consciente, como el miedo a sufrir.

Sentí que la magia de mi casa los arrullaba. Nos sentamos junto al fuego. El fuego nos hizo hablar suave, íntimamente.
Abrí los cofres metálicos y les enseñé mis diarios. Fred tomó el primer volumen y empezó a reírse y llorar. Henry leyó en el diario rojo todo lo que se refería a él. Seguimos sentados en el salón leyendo y charlando.

-A ella -dice Henry- le gustan las orgías; orgías de conversación, orgías de ruido, orgías de sexo, orgías de sacrificio, orgías de odio, orgías de llanto.

Su apasionamiento se precipita a través de un mundo helado e intelectual como si fuera lava. Es su apasionamiento lo que parece importante en el mundo actual. Es el que eleva sus libros al nivel de fenómeno de la naturaleza, como un ciclón o un terremoto. Actualmente el mundo se encuentra helado por lo mental, por lo analítico. Su pasión pude salvarlo, su sed de vida, su vehemencia.

Me pareció que había descubierto mi secreto vergonzoso. Huí de Clichy.
Mi actitud infantil ante hombres maduros es una falta de madurez provocada por la ausencia de mi padre.